David Martín o cómo construir un equipo campeón desde cero

Francisco Ávila

Llegó a la dirección del equipo nacional de waterpolo el 1 de enero de 2017, al día siguiente cumplía los 40 y tenía dudas en aceptar el cargo al principio, pero David Martín (Barcelona, 1977) ha superado con creces las expectativas, su equipo acumula siete medallas en siete años, la última en el Europeo, en un año con Mundial y Juegos Olímpicos en el horizonte.

Obsesivo en el trabajo, constructor de puentes entre personas, visionario, David Martín fue un buen jugador, subcampeón mundial y participante en los Juegos de Pekín 2008 (5) y Londres 2012 (6), pero aún es mejor entrenador.

Le ha dado la vuelta a una selección que lo fue todo en los noventa y que cuando llegó al cargo, llevaba nueve años sin ser ninguna referencia.

La opinión que sus jugadores tienen de su entrenador sirve de pista para calibrar al técnico. En una rápida encuesta de EFE, Edu Lorrio y Blai Mallarach lo califican de sabio; Álvaro Granados y Bernat Sanahuja hablan de él como «un genio», Sergi Cabanas asegura que es un líder.

Visionario

Miguel de Toro considera que el seleccionador es «un visionario, porque ve cosas que otros no son capaces de ver», Unai Aguirre y Alberto Barroso destacan la capacidad de trabajo, Marc Larumbe lo cataloga como «el maestro de la inteligencia emocional» y Felipe Perrone lo define así: «Lealtad a su familia, a sus amigos y a su equipo, que nos da confianza a todos los que convivimos con él».

David Martín ha ido modelando poco a poco su equipo. Y eso que todo empezó mal, con un noveno puesto en su primer Mundial, en el verano de 2017, y tuvo que construir todo prácticamente desde cero.

«Era un momento difícil, sí. Todo un reto», admite a EFE. El argentino Chalo Echenique, un emergente zurdo que acababa de estrenar nacionalidad española, había decidido aceptar la oferta italiana; como Guillermo Molina; el boya de referencia (Balasz Sziranyi, Balú) se retiraba, Felipe Perrone estaba en Brasil y Xavi García se acababa de ir a Croacia.

«En 2017 experimenté. Cometí errores de novato. No construí nada, sino que seleccioné. Acabamos novenos, no podíamos competir, no atacábamos bien las superioridades, no podíamos defender a los boyas sin kilos. Después del primer revés, teníamos que cambiar, jugar a algo diferente, porque nosotros no somos como los balcánicos. Y la inspiración llegó viendo un partido de la selección japonesa de waterpolo», recuerda el técnico.

¿Japón? Los nipones no son un equipo de referencia en el waterpolo mundial, pero sí tienen algo en común los jugadores japoneses y los españoles: su perfil. Son jugadores rápidos y ligeros, con mucho nivel de resistencia y de desgaste al contrario; que no juegan en zona.

Fue entonces cuando David Martín decidió estudiar ‘el pressing japonés’ que desde antes de los Juegos de Río 2016 puso en práctica el seleccionador nipón Yoji Omoto.

Rapidez, resistencia, valentía y mentalidad colectiva. Explotar el talento y el sacrificio. La idea era adecuar aquella defensa asfixiante, para que el balón no llegara al boya y no forzar expulsiones, y por eso David Martín fue masticando la idea, bajando la defensa, defendiendo las líneas de pase, impregnándose de otras disciplinas.

Se fija en sistemas de baloncesto, también en cómo ocupan los espacios ante defensas cerradas los equipos de Pep Guardiola. Absorbe el conocimiento como una esponja y empieza a llevarlo a la práctica.

«Necesitaba que los jugadores creyeran en esta forma de jugar, un resultado, un punto de inflexión y en 2018, muy pronto, llegó el momento», recuerda.

Fue en un torneo de la Liga Mundial que se jugó en Rijeka (2018), en el que España quedó segunda por detrás de Croacia. Después llegó el Europeo de Barcelona y ya tenía en el equipo a Felipe Perrone.

Medallas

Y empezaron a caer medallas. La plata en el Europeo de 18 y en el Mundial de 2019; la plata en el Europeo del 20, el título Mundial en 2022 y el bronce en el Europeo de ese año; el bronce en el Mundial del 23 y el oro en este Europeo.

En total: siete años, siete medallas. Y eso que 2024 tiene otras dos citas marcadas en rojo: el Mundial de Doha -durante el mes de febrero- y los Juegos Olímpicos de París.

España vuelve a ser una referencia en el waterpolo Mundial, por cómo ataca la zona, por su ‘pressing a la japonesa’, por su posicionamiento en el juego y las grandes potencias se fijan en cómo juega España.

Queda mucho camino por recorrer en un país con 2.699 licencias masculinas y 1.327 femeninas, pero algo está cambiando y eso que, como recuerda David Martín, el waterpolo es «el único deporte profesional que se entrena con usuarios al lado» en las piscinas de todo el país.

Cuando llegó al equipo, Martín se encontró como ayudante con Svilen Piralkov, a quien considera un hermano, alguien con mucho conocimiento y de confianza máxima.

Integra en el equipo a Marcel.li Massafret, un preparador físico de 66 años que sabe a la perfección lo que el técnico necesita de sus jugadores en cada partido; mientras que Antonio Aparicio es el entrenador de porteros; y Albert Estiarte, el médico del equipo.

Entrenador mental

¿Qué es lo que faltaba para cerrar el círculo? Dos patas. La tecnológica, que consigue con la integración de una analista de datos que destripa todas las acciones del juego; y un ‘mental coach’, un entrenador mental.

David Martín es psicólogo de formación académica y sabía lo que necesitaba su equipo. Desde los pasados Juegos de Tokio colabora con el equipo Richi Serrés y en este último Europeo ha estado presencialmente en la dinámica del equipo.

«Nos orienta, individual y colectivamente; a mí y a los jugadores con mensajes concisos y claros», explica David Martín, que tiene cuatro días libres antes de volver el próximo lunes al trabajo del equipo, con el Mundial a la vuelta de la esquina y los Juegos no tan lejos.

Sabe que a su equipo, el que ha ido moldeando poco a poco, después del Mundial de 2022 y el Europeo conquistado hace nada, solo le queda un paso, una medalla olímpica, para encumbrarse aún más como una selección de leyenda.

Mientras tanto, David Martín seguirá recordando las enseñanzas de su padre, fallecido en 2014, para llevarlas siempre a la práctica, en la vida y también en el waterpolo: «Honestidad y constancia porque nadie te va a regalar nada y nunca olvides rodearte de los mejores».